La Palabra de la Presidente
Dante López
Ex-presidente de la CEPA (2008/2016)
En estos días se está cumpliendo un año del momento en que nuestro planeta empezaba a tomar consciencia de la Humanidad estaba enfrentando una pandemia.
A los gobiernos les llevó dos meses desde las primeras manifestaciones en China para tomar consciencia de la gravedad de la cuestión y de la necesidad de tomar medidas extraordinarias para paliar sus consecuencias.
El miedo comenzó a hacer sentir en la población y las reacciones de los gobernantes fueron diversas. Los hubo que cerraron sus fronteras y su economía temporalmente y otros que priorizaron la economía y dedujeron que sería más perjudicial para todos detener la actividad.
No nos detendremos a analizar quienes estuvieron más atinados, porque a la luz de los resultados obtenidos, ninguno de los extremos tuvo buenos guarismos.
Los que mejores resultados obtuvieron son los gobiernos que impulsaron la conducta solidaria y disciplinada de sus ciudadanos, los que apelaron a la responsabilidad y la consciencia de la gente.
Es interesante observar, a un año de haberse iniciado el proceso, cuantas discusiones y aprendizajes tuvimos alrededor de este proceso, y de eso se trata la vida.
En uno de los extremos tenemos a los gobiernos de EE. UU. y Brasil, que priorizaron mantener la actividad económica sin la prudencia necesaria, con la idea de que el mal menor para la gente sería por ese camino. ¿El resultado? Acercándose peligrosamente al dos por mil de su población con fallecimientos por Covid. Los peores resultados.
Otros países como Argentina, en el otro extremo, cuando no, cerraron su economía por seis meses, sus escuelas y universidades por todo el año y están cerca del uno y medio por mil de fallecimientos por Covid. Pero además con tremendas dificultades económicas, un índice de pobreza que llega al 50% de la población, y un daño incalculable a los millones de niños y jóvenes en su proceso educativo.
En el medio tenemos países como Alemania, o Francia, que fueron trabajando la situación apelando a la responsabilidad ciudadana y obteniendo resultados un poco inferiores al uno por mil de su población.
Peores o mejores resultados, pero nadie se libró del flagelo.
Hasta hoy debemos lamentar el fallecimiento de unas dos millones quinientas mil personas en todo el mundo. Aproximadamente el 0,33 por mil de la población mundial.
Para ponerlo en perspectiva: Entre 1918 y 1919 se extendió a gran velocidad por todo el mundo la llamada Gripe Española: en sólo 18 meses infectó a un tercio de la población mundial y se cobró la vida de 50 millones de personas, cinco veces más fallecidos que en la Primera Guerra Mundial.
Esta tremenda pérdida significó aproximadamente un 25 por mil de la población de la tierra en ese momento. Es decir, proporcionalmente 100 veces más que ahora.
Podemos sacar algunas conclusiones a partir de estos simples datos numéricos.
Indudablemente la Humanidad ha progresado muchísimo en términos económicos, científicos, sociales y ambientales, lo que permitió que las personas tengan un nivel de inmunidad muy superior a 100 años atrás.
La calidad de vida ha mejorado sensiblemente, con acceso a sistemas de saneamiento, agua potable, gas y electricidad, con calles pavimentadas y control de residuos. Calefacción y refrigeración están bastante expandidas por los hogares de quienes tienen acceso al trabajo.
Estamos hablando de una parte importante de la población. Somos conscientes de que falta muchísimo para que este nivel mínimo de confort llegue a toda la humanidad, nos referimos en términos comparativos con la situación que se vivía hace un siglo.
La medicina está disponible en calidad y cantidad para buena parte de la población, eso se puede verificar en un aumento en el promedio de vida, que hace 100 años era de un poco más de 50 y en la actualidad sobrepasa los 70 años.
Queda demostrado este tremendo avance en la tecnología médica por la rapidez en tener disponibles una decena de vacunas contra la nueva cepa del Covid en menos de un año.
Seguramente faltan sacar muchas conclusiones acerca de cómo enfrentó cada individuo esta realidad, cómo actuaron las sociedades, los países, los gobiernos, la OMS y los Organismos Multilaterales, pero tenemos que ser conscientes de un tremendo avance en las condiciones de vida de la Humanidad en estos últimos 100 años, fuertemente marcados los límites por las dos pandemias que impactaron en el planeta.
Si a este razonamiento optimista le podemos agregar el crecimiento observado en el estudio de la espiritualidad trascendente, donde vemos un fuerte avance en la valoración de todas las disciplinas espiritualistas, y que ya, definitivamente, muchos seres humanos encuentran la espiritualidad por fuera de las religiones tradicionales, sentimos que, a pesar de todo lo que falta, tenemos que estar felices por lo alcanzado.
Faltará más compromiso participativo y solidario, para lograr que las personas que no alcanzaron los niveles mínimos de confort del siglo XXI puedan obtenerlo. Para eso necesitaremos elegir gobernantes que piensen más en la gente que en sí mismos y sus carreras políticas, que no vean al Estado como propio y se vean a sí mismos como servidores públicos.
Cada uno de nosotros, con profunda convicción espírita y sabiendo que los cambios se ven en períodos largos de tiempo, sigamos trabajando por mejorar nuestro entorno, dando el mejor ejemplo de humanidad que nos sea posible en los lugares que nos toque actuar, y sigamos luchando por lograr un mundo mejor cada día.
Milton Medran Moreira
Asesor de Relaciones Internacionales de CEPA
Allá por los años 90 del siglo pasado, visité una playa llamada Venice (Venice Beach), en el estado de California. Allí había una serie de puestos albergando a activistas, creyentes y propagandistas de las más diferentes causas. Se veía un poco de todo: gente haciendo campañas ecológicas, religiosos predicando la Biblia, gitanas leyendo las líneas de las manos y videntes prediciendo el futuro de muchas personas curiosas.
En medio de todo esto, que algunos podrían llamar un verdadero "choque de energías", también recuerdo haber visto, por primera vez, un movimiento organizado de ateos con carteles reivindicando respeto por sus ideas y distribuyendo panfletos a los que pasaban por allí.
Los ateos, en un país y en un continente donde el fundamentalismo cristiano todavía tiene un peso significativo, incluyendo fuertes influencias en la política y en las decisiones judiciales importantes de los tribunales superiores sobre costumbres, comenzaban, allí, a no ocultar sus verdaderas ideas. Protestaban contra las impregnaciones teístas de la sociedad organizada y reclamaban, más que un estado laico, un estado ateo.
Desde entonces, ha crecido mucho, en todo el mundo occidental, lo que podría llamarse la ola ateísta. De hecho, se ha vuelto de moda ser ateo. Artistas, escritores, cronistas, intelectuales, especialmente después de algunos best seller sobre el ateísmo, se animan a proclamar su no creencia en una divinidad. Pero invariablemente, cuando se refieren a Dios, lo hacen a partir de los conceptos de divinidad creados por las religiones. El dios personal judeocristiano, el dios creador de todas las cosas, que hizo todo de la nada, es el que generalmente los ateos niegan. Muchos de ellos incluso tienen convicciones, o al menos alguna simpatía por la tesis de la supervivencia del espíritu después de la muerte. Pero no pueden compatibilizar el dios de las religiones monoteístas con un esquema de vida mínimamente racional y que obedezca a leyes inteligentes, capaces de extrapolar la materia densa de la que estamos envueltos.
El espiritismo propone un concepto de Dios que va mucho más allá del creado por las religiones. Al afirmar que "Dios es la inteligencia suprema y la causa primera de todas las cosas", el espiritismo le elimina el antropomorfismo y lo presenta como la gran Conciencia Universal.
Este concepto es compatible con las tendencias de la ciencia moderna. Amit Goswami, uno de los físicos más prominentes de la actualidad, en su libro "El Universo Autoconsciente", sustenta que el Universo sería matemáticamente inconsistente sin la presencia de una inteligencia superior. Pronostica que, en este siglo, Dios dejará de ser un tema de las religiones para convertirse en una cuestión de las ciencias.
No tiene sentido reducir a Dios a una creencia. No es una cuestión de fe, impuesta por el miedo o incluso como una búsqueda de recompensa futura. Es algo (algo y no alguien), reclamado como indispensable para entender mínimamente sobre el fascinante orden que sostiene el universo.
Aún siendo uno de los principios básicos del espiritismo, la existencia de Dios, sin embargo, no es su tema central. El gran tema del espiritismo es el ESPÍRITU, definido en la pregunta número 23 de El Libro de los Espíritus, como el "principio inteligente del universo".
Con mucha propiedad, y con el objetivo de eliminar definitivamente del espiritismo la condición de una creencia, centrada en la divinidad concebida por las religiones monoteístas, Jaci Regis, que nos dejó el 13 de diciembre de 2010, desencarnó proponiendo que el espiritismo se convirtiera en la verdadera "ciencia del alma", porque ahí está el objeto esencial de su propuesta de conocimiento.
El día que tengamos un sólido conjunto probatorio de la realidad del espíritu, de su supervivencia después de la muerte y de su esencialidad como el verdadero agente de la conciencia humana, estaremos allanando el camino para la comprensión de las conciencias sobrehumanas y, por lo tanto, a una Conciencia Universal, sobre la cual no se pueda concebir ninguna otra inteligencia.
UN NUEVO CICLO SE INICIA
¿Sería el 2020 un año para olvidar?
Con referencia al tiempo, estamos plenamente convencidos que: ¡Pasa rápido! Todo pasa en esta vida, la energía, la belleza, la juventud. Pasan las alegrías y los éxitos, pero también la oscuridad. Cada momento es valioso ¡lo que hace que la vida sea una oportunidad en plenitud!
Cuando cambiamos el año, generalmente exteriorizamos muchos votos de alegría, éxito, vida y salud a aquellos a quienes amamos, pero es posible que nunca lo hayamos hecho con tanto énfasis y emoción como lo hacemos ahora, en el umbral de 2021.
Mucha gente continúa todavía contagiada por un sentimiento extraño, inaudito y escéptico: "Dios mío, ¿hasta cuándo?" El Consejo Ejecutivo de CEPA manifiesta aquí la esperanza de que todos los lectores ¡vivan una experiencia maravillosa, positiva y muy productiva en 2021!
Uno entiende perfectamente la tristeza, el malestar, la dificultad de vivir un cambio de año en condiciones tan diferentes. Siempre festejamos la llegada de un nuevo año, celebramos los logros y queremos permanecer firmes, libres y exitosos en el nuevo periodo, pero esta vez todo fue muy anormal. Parecería que nuestro deseo sería decir: "Ok, 2020, qué bueno haberlo superado; por favor, quédese atrás, borrémoslo de nuestra memoria. ¡Será muy bueno adentrarse en el 2021; que vengan nuevos proyectos, descubrimientos, cambio de rumbos!
De hecho, 2020 no fue un buen año para nadie, ni siquiera para aquellos que sobrevivieron a la enfermedad, ni para aquellos que lograron convertir la pandemia en una oportunidad para ganar dinero; No, no vivimos en torno a nuestros intereses exclusivos. Por mucho que el egoísmo siga siendo un rasgo característico de la humanidad terrena, todos nos hemos visto afectados por millones de muertes en un solo año, muchas personas con secuelas, muchas otras arruinadas financieramente. Somos al mismo tiempo agentes y pacientes de las acciones humanas, por lo que un acontecimiento de proporción mundial como éste realmente nos produce un impacto a todos. En menor o mayor grado, todos hemos sido seriamente afectados. El aislamiento social que nos impusimos fue un efecto de alcance general.
Sin embargo, un sinfín de oportunidades ha surgido para el mundo. La gente aprendió el significado del distanciamiento obligatorio, tuvieron que reinventarse en soledad, descubrieron nuevas formas de producir y obtener ingresos, se adaptaron a las tecnologías, permanecieron más en casa, renunciaron a los vehículos de motor, leyeron más, vieron más películas, produjeron más. Sin duda pasará, porque todo pasa en la vida, pero no habrá dejado solo rastros de dolor.
Tal vez en el futuro podamos examinar esta etapa y concluir que fue una experiencia, no solo dolores, no solo logros. Un periodo que nos marcó, vivido intensamente por algunos, demasiado sufrido por otros, marcado por tragedias, insensateces, corrupción y muertes. Pero por otra parte, también ha habido avances. Inexorablemente recordaremos que muchas obras positivas se computaron en este tiempo de pandemia, si bien es cierto que la solidaridad ganó un protagonismo absoluto.
La filosofía espiritista nos enseña que cada instante es una oportunidad única y que la vida es una dádiva para el espíritu en crecimiento, por lo que estamos agradecidos de haber pasado por una víspera más de año nuevo, como si el Universo nos estuviera otorgando la oportunidad de conseguir un poco más, ser más útiles, crecer, en fin.
Digamos, pues, muchas gracias a 2020 por todo lo que nos permitió ver y aprender; por haber resistido, por haber crecido ¡Empecemos 2021 con la esperanza de ser un poco mejores!
Jacira Jacinto da Silva
Abogada, Presidente de CEPA – Asociación Espírita Internacional
Ser un niño, es tener la libertad de vivir la infancia con calidad. Ser un niño, es tener derecho a una vivienda adecuada, a una alimentación saludable y a una buena educación. Ser un niño, es poder ser amado, protegido y feliz. Tan simple como eso.
Isa Colli.
Fue el 20 de noviembre de 1989 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) adoptó la Convención sobre los Derechos del Niño – CDN, que entró en vigor en septiembre de 1990, con el objetivo de promover la protección del niño. Ese mismo año, el 13/07/1990, Brasil sancionó el ECA - Estatuto de la infancia y de la adolescencia, una de las primeras leyes del mundo para adaptar y regular los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño, que fue ratificada por 196 países.
Uno se podría cuestionar el motivo de tantas y nuevas leyes; después de todo, ya existe la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cada país tiene su propia Constitución Federal, o su principal Estatuto legislativo, contemplando los derechos vigentes para ese pueblo en ese momento. Pero estos preceptos legales habituales, por regla general, no logran sus objetivos y la población termina eludiéndolos, de modo que aunque son importantes y aplicables, son ignorados. Por supuesto, cada país tiene sus peculiaridades e incluso hay niveles muy diferentes de tolerancia a la desobediencia.
Esto da lugar a legislaciones específicas, que tratan de un tema único, como la protección del niño, el delito de racismo, la protección del medio ambiente, los derechos de los ancianos, la protección de los datos personales, etc. En resumen, esas legislaciones especiales no serían necesarias si las personas no incumplieran los mandatos generales.
El hecho es que 196 países han ratificado la Convención sobre los Derechos del Niño, firmada por las Naciones Unidas hace 31 años.
Si bien sabemos de las limitaciones existentes en la legislación humana, sus defectos, sus sesgos, sus motivaciones -a menudo particulares e indignas-, todavía podemos decir que sin ella estaríamos en peores condiciones. Es la legislación humana la que garantiza, mínimamente, la convivencia social..
La renovación de las leyes también tiene sentido si nos fijamos en la respuesta a la pregunta 763 de El Libro de los Espíritus, que dieron los espíritus: "Sólo las leyes divinas son eternas; las humanas cambian con el progreso, y continuarán cambiando hasta que hayan sido puestas en armonía con aquellas".
En el mismo sentido es la respuesta a la pregunta 616: "Los hombres están obligados a modificar sus leyes, por ser ellas imperfectas" . Y refiriéndose a la pregunta 697, que trata de la indisolubilidad absoluta del matrimonio, los espíritus respondieron: "Se trata de una ley humana muy contraria a la ley natural. Pero los hombres pueden modificar sus leyes; sólo las de la Naturaleza son inmutables.”
Y no tendríamos que añadir nada más para convencernos de que las leyes humanas son transitorias, divergentes, impotentes para resolver los conflictos humanos, aunque apropiadas a la cultura de cada pueblo.
También vale la pena resaltar el último párrafo del texto contenido en el ítem. 521:
(…)
En los pueblos, las causas de atracción de los Espíritus son las costumbres y hábitos, el carácter dominante y las leyes, las leyes sobre todo, porque el carácter de una nación se refleja en el conjunto de sus leyes. Haciendo reinar en su seno la justicia, los hombres combaten la influencia de los malos Espíritus . (…). [Las negritas son de mi autoría] (Libro Segundo - Capítulo IX).
La tendencia mundial a proteger a los niños y adolescentes, garantizándoles una formación digna, educación, vivienda, estudio, salud, cultura, ocio y todos los cuidados necesarios para su buena formación, concuerdan perfectamente con la lección espiritista que se encuentra en El Libro de los Espíritus que trata sobre el retorno del espíritu a la vida corporal, como se puede ver a continuación:
“ La infancia tiene todavía otra utilidad. Los Espíritus sólo ingresan a la vida corporal con el objeto de perfeccionarse, de mejorar. La debilidad de los primeros años los torna flexibles, accesibles a los consejos de la experiencia y de aquellas personas que deben hacerlos progresar. Es entonces cuando resulta posible reformar su carácter y reprimir sus malas inclinaciones. Tal es el deber que Dios ha puesto en manos de sus padres, misión sagrada por la que tendrán que responder. Así pues, la infancia no sólo es útil, necesaria, indispensable, sino que además constituye la consecuencia natural de las leyes que Dios ha establecido y que rigen el Universo. 1
Sin embargo, hay quienes consideran un error el Estatuto de los Derechos de los Niños y de los Adolescentes, atribuyéndole una protección excesiva y muchos derechos sin la correspondiente lista de obligaciones.
En Brasil, para que los lectores puedan tener noción de la importancia de regular los derechos a las llamadas minorías (esta denominación sólo se destina a clasificar a las personas excluidas de la atención y de los derechos dedicados naturalmente a los demás), en 1990 tuvimos aproximadamente el 20% de los niños y adolescentes fuera de la escuela - en 2017 este porcentaje se redujo al 4,7%; en 1990 el 13,4% de ellos se hallaban en estado de desnutrición crónica – en 2017 hubo un 6,7%; las muertes por cada mil nacidos vivos cayeron de 53,7 a 15,6 en este periodo y la tasa media de analfabetismo entre niños y jóvenes de 10 a 18 años disminuyó del 12,5% en 1990 al 1,4% en 2013.
Un documento de UNICEF indica que, después de la entrada en vigor del Estatuto, comenzaron las decisiones judiciales para garantizar la donación de prótesis y ortopedia por parte del Estado, aseguraron la contratación de profesores de lenguaje de signos y auxiliares para acompañar a los niños autistas y discapacitados en las escuelas públicas y ampliaron las vacantes en las guarderías. 2
Los países en desarrollo también carecen de la garantía a los derechos básicos, elementales. Lamentablemente, la corrupción y el retraso de los gobernantes impiden aún más el acceso a los bienes públicos. En Brasil, a pesar de las demandas presentadas para enjuiciar a los administradores públicos, como el Alcalde de la ciudad de São Paulo, por ejemplo, en julio de 2020 la lista de espera para plazas en guarderías en esta metrópolis tenía 22.300 niños, según datos de la Secretaría Municipal de Enseñanza.
A los espiritistas, tanto si sintonizan o no con CEPA, les compete el deber de defender los derechos de los niños y adolescentes a una educación digna. La lección espiritista nos invita a la tarea de contribuir a la mejora de las condiciones de vida para todos y especialmente para los niños y adolescentes, porque son personas que están en condiciones especiales y peculiares de desarrollo.
Analizando el valor de una existencia en la tierra, así como el gran potencial para el aprendizaje, no se puede ignorar ninguna oportunidad de inculcar valores éticos en niños y adolescentes, porque son abiertos, receptivos, disponibles para este ejercicio.
Siempre estamos luchando con las grandes dificultades en las relaciones humanas, los problemas gubernamentales, la desigualdad social, la ausencia de protección del medio ambiente y tantos otros problemas que afectan directamente la vida de todos.
Esta Palabra de CEPA pretende invitar a los lectores a reflexionar sobre la responsabilidad de conducir una vida humana desde sus primeras manifestaciones; no descuidar el deber de educar y educarse, porque la convivencia con un espíritu que llega al hogar es siempre una gran oportunidad de crecimiento colectivo. Además, no podría haber una manera más adecuada y esperanzadora de resolver los males del mundo que forjar nuevas cabezas, comprometidas, responsables y conscientes del deber de todos, tal como se indica en la respuesta a la pregunta 132 de El Libro de los Espíritus: … de dar nuestra contribución en la obra de la Creación.
Hay gente que busca la oportunidad de ofrecer su colaboración. No podría haber un trabajo más significativo y productivo que realizar acciones, como lo hacen ya varios grupos espiritistas, y también no espiritistas, en el área de la educación. La incorporación a los movimientos sociales que luchan por la dignidad de la educación pública, libre, laica y gratuita, abrirá un campo de trabajo inagotable y extremadamente valioso.
El mundo necesita muchísimo de este trabajo calificado, que exige dedicación, esfuerzo y perseverancia en busca de la mejor educación. Especialmente los espiritistas, conocedores del valor de una buena formación para la individualidad del espíritu, tienen muchas razones para trabajar en esta causa.
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1 El Libro de los Espíritus , capítulo VII del “Libro Segundo” VI.- De la infancia. Ítem. 385, parte final.
2 QUEIROZ, Cristina y CHAVES, Léo Ramos. Revista FAPESP, núm. 296, p. 37.
Jon Aizpúrua
Ex-presidente de CEPA (1993/2000) y actual Asesor de Relaciones Internacionales
Se denomina laicidad a una concepción de la vida en la que se aboga por la ausencia de religión oficial en la dirección de los Estados, y por laicismo se entiende al movimiento histórico que reivindica la implantación de la laicidad.
Sobre la base de sus fundamentos humanistas, sociológicos y morales, se asume que la laicidad establece un vínculo común entre las personas y facilita el que ellas convivan respetuosa y cordialmente, procesando sus diferentes opiniones en un ámbito civilizado, de libertad e igualdad. Los principios laicos de libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de organización; la igualdad de derechos y obligaciones, así como la justicia social, constituyen la esencia misma del sistema democrático.
Conviene advertir que un Estado laico, y por lo tanto, aconfesional, no significa que sea antirreligioso o ateo. Toda creencia religiosa es respetable y debe siempre garantizarse a sus adeptos el derecho de vivirla íntimamente, compartirla con quienes se desea y difundirla sin restricciones. Diferente es el clericalismo, y sus pretensiones de gozar de privilegios especiales en el ámbito social, situarse por encima o al margen de la normativa civil o jurídica, o imponer criterios teológicos en asuntos morales, científicos o educativos.
Afortunadamente, una porción considerable de la humanidad ha evolucionado hacia una concepción laica que coloca en sus justos términos la relación entre el mundo civil y el religioso, los Estados y las Iglesias. En el mundo occidental, con mayor fuerza, se vive cada vez más en una sociedad postcristiana. Este tipo de sociedad se inició en Europa a partir del Renacimiento, se convirtió en un proyecto con la Ilustración, se generalizó a las masas cristianas en la segunda mitad del siglo XX y se fue extendiendo hacia América y hacia otros países influenciados por la cultura occidental. Desde un punto de vista sociológico, no tanto religioso, estas sociedades pueden calificarse de postcristianas, lo cual quiere decir que la cosmovisión basada en el cristianismo, alrededor de la cual giró la vida individual y social durante siglos, va dejando de ser su columna vertebral. Ese cambio progresivo de cosmovisión en la tradición cristiana occidental se fue manifestando en muchas expresiones culturales que están siendo transformadas o abandonadas:
Las fiestas religiosas determinaban el calendario civil y laboral. Ahora se han eliminado la mayoría de ellas, aunque siguen siendo muy importantes la Navidad y la Semana Santa, no tanto en sentido religioso, sino más bien como ocasión de vivir en familia y oportunidad para las vacaciones en los campos y las playas. Lo mismo ha ocurrido con las fiestas patronales de las localidades pequeñas, que estaban dedicadas a un santo y que ahora son apenas el motivo para celebraciones civiles y folklóricas.
Los nombres que los padres asignaban a los hijos estaban tomados del calendario cristiano. Ahora se les ponen nombres inventados surgidos de combinaciones originales, muchas veces extrañas e incluso impronunciables.
Muchas manifestaciones públicas como procesiones, romerías o peregrinaciones, se han ido despojando de su original sentido religioso y se van convirtiendo en fiestas folklóricas y populares, que suelen ser aprovechadas por los líderes políticos para promocionar su imagen personal con fines electorales.
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En muchos países de la órbita cristiana, el registro eclesiástico de bautizos y matrimonios era utilizado por los Estados como registro civil. Hace mucho tiempo que ambos registros obedecen a propósitos diferentes y solo el civil es obligatorio y posee efectos legales.
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Los signos religiosos cristianos, como el crucifijo o el juramento por la Biblia, eran frecuentes en el ámbito público como escuelas y edificios de gobierno. Cada vez más se impone la tendencia a suprimir cualquier exhibición religiosa pública, y disminuye la asistencia de las autoridades civiles a los actos religiosos, reservándose nada más que para aquellos que son de especial solemnidad.
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La moral establecida por los cultos cristianos imponía las reglas para el comportamiento de los ciudadanos. Actualmente se discuten, se cuestionan o se rechazan muchos de esos criterios y comportamientos, especialmente en el ámbito de la sexualidad y de la legítima diversidad de opciones que cada persona tiene derecho a elegir sin ser discriminada o estigmatizada.
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El lenguaje religioso ha perdido actualidad, pertinencia y relevancia social. Palabras y expresiones como pecado, cielo e infierno, salvación, culpa, penas eternas, castigos divinos, etc. han ido desapareciendo del lenguaje corriente y circunscribiéndose a los actos de culto.
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En materia educativa pública, ya no se discute la primordial competencia del Estado, quedando reservada la enseñanza de la religión al ámbito familiar y de las organizaciones eclesiásticas.
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“Creyentes pero no practicantes” se declaran muchos hoy en día. Este es otro rasgo de la sociedad postcristiana que merece atención. Se expresa de muchas formas: “Yo creo en Dios, pero no en los sacerdotes”, “yo me confieso directamente con Dios, no con un hombre”, “la Iglesia coarta mi libertad”, etc. En estas y otras manifestaciones se refleja una especie de alergia o rechazo a las instituciones eclesiásticas.
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Otro rasgo importante de la sociedad postcristiana es la separación entre confesión religiosa y organización política y social. La libertad de cultos se ha impuesto en los países modernos, y como consecuencia, el catolicismo y otras religiones cristianas dejan de gozar de privilegios y prebendas por parte de un Estado que se declara laico. Un gobernante, incluso todos los miembros de su gobierno, pueden ser creyentes, pero su fe es un asunto personal y no la pueden imponer al resto de la sociedad.
Como es bien sabido, el espiritismo, desde sus inicios, a partir del acto fundacional que significó la aparición de El Libro de los Espíritus en 1857, enarboló la bandera del laicismo, resaltando el valor irrenunciable de la libertad que permite a cada ser humano ordenar sus creencias en materia de religión, de fe, de trascendencia, conforme a los dictados de su razón y sin temor a ser condenado, castigado, anatemizado o perseguido.
Claro está que el laicismo en el que se inscribe el espiritismo posee una base inequívocamente espiritualista. Muy distanciado de un laicismo materialista y ateo que promueve la indiferencia frente a las preguntas radicales de la existencia humana: su origen y destino, así como su referencia centrada en una explicación exclusivamente física, química, biológica, psicológica o sociológica de la vida y la muerte, el espiritismo reafirma el reconocimiento de la existencia de Dios como inteligencia suprema y causa primera de todas las cosas; del espíritu como entidad psíquica trascendente que preexiste al nacimiento y sobrevive después del fallecimiento; del proceso evolutivo ascendente del espíritu que se verifica en innumerables y sucesivas existencias; de la incesante comunicación entre desencarnados y encarnados por diversidad de medios; y deriva de estos principios una cosmovisión humanista y progresista que convoca a la transformación personal y social, en el marco de los más elevados principios éticos.
Invitando a la comprensión del sentido espiritual de la vida, insistiendo en el respeto pleno a la libertad de las personas y de los pueblos, y sustentado en la razón y en la ciencia, el espiritismo impulsa una espiritualidad laica, equidistante del escepticismo desesperanzador del materialismo y del dogmatismo sectario y ajeno a la ciencia y la racionalidad de las teologías. Una espiritualidad abierta y tolerante, que, sobre la base de principios universales, promueva una cultura de entendimiento, convivencia, armonía, generosidad, solidaridad y fraternidad:
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Una cultura de respeto por la vida en todas sus formas.
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Una cultura que garantice el ejercicio de la libertad de pensamiento, conciencia, y creencia.
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Una cultura de no violencia que promueva el encuentro y la solución pacífica de las controversias.
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Una cultura de la solidaridad que impulse la creación y consolidación de un orden mundial justo, en el que se borren las ignominiosas diferencias entre privilegiados y desheredados.
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Una cultura de la verdad en el plano de la trasmisión de la información y el conocimiento, que erradique la mentira.
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Una cultura de la igualdad entre los pueblos, las nacionalidades, las etnias o identidades sexuales, donde no haya cabida para la discriminación.
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Una cultura del trabajo, reconocido como instrumento fundamental de la riqueza social, y que ha de ser debidamente remunerado en un ambiente de relaciones justas y honestas entre empresarios y trabajadores.
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Una cultura que promueva el funcionamiento democrático en el ejercicio político de las naciones, sustentada en el sufragio libre y transparente, y que erradique toda suerte de regímenes autoritarios o tiránicos, con independencia del signo ideológico con que se identifican.
Conceptos como estos, y muchos otros que se pueden agregar, integran lo que denominamos una espiritualidad ética de orientación espírita sustentada en la cultura del amor, y traducen en términos concretos y actuales la propuesta central de Allan Kardec y de los espíritus sabios que le asesoraron, respecto a la marcha evolutiva de la humanidad hacia un horizonte superior que se definió como “un mundo de regeneración moral y social”.
Hace muy bien nuestra Asociación Espírita Internacional CEPA, en conceptualizar al espiritismo como una visión laica, humanista, librepensadora, plural y progresista, porque ella atiende cabalmente al modelo de espiritismo pensado y soñado por Allan Kardec, su ilustre fundador y codificador.
Jacira Jacinto da Silva
Presidente de la CEPA - Asociación Espirita Internacional
El 20 de mayo es festivo para CEPA, ya que CIMA completa 62 años de actividad.
Cuando pensamos en el Movimiento de Cultura CIMA, recordamos de inmediato su mayor referencia, el querido amigo y hoy símbolo de CEPA, Jon Aizpúrua, quien hace más de 50 años participa activamente en el trabajo espírita realizado en Venezuela.
Pensar en CIMA y en Jon también es recordar al mentor de esta historia, David Grossvater, en cuya personalidad nuestro compañero Aizpúrua se inspiró para los estudios espíritas.
Claramente, CIMA tiene en estos dos nombres su base y el mayor soporte; sin embargo, no habría permanecido, evolucionado y trascendido tantas dificultades enfrentadas en el país, si no fuese por el aporte de otros valiosos compañeros que pusieron sus manos y sus mentes en el trabajo del espiritismo y del importante movimiento de Venezuela que hoy celebra su aniversario.
El CIMA es una institución de gran preeminencia en el escenario espírita internacional, no solo por su participación permanente con CEPA, sino principalmente por su trayectoria absolutamente comprometida con los principios kardecistas, centrada en el estudio y la difusión de esta filosofía que nos alienta a continuar siempre. Las acciones, la dedicación y el posicionamiento claro de CIMA, siempre han mostrado una extrema afinidad con el sesgo humanista, pluralista, progresista y fraterno, tan valorado por CEPA.
Al estudiar y difundir el espiritismo como filosofía, ciencia y moral, nunca estuvo de acuerdo con las distorsiones que tanto comprometieron el espiritismo en Brasil.
La CEPA y los espíritas del mundo identificados con su forma libre de incorporar las lecciones espíritas se sienten profundamente honrados y agradecidos por el esfuerzo percibido en los compañeros espíritas que hoy están al frente de CIMA, por ser capaces de superar todas las dificultades del trágico momento sociopolítico enfrentado en el país, reinventándose y proponiendo más actividades de difusión del pensamiento espírita, a pesar de las dificultades del país y ahora también a pesar de la pandemia.
En nombre del Consejo Ejecutivo de CEPA, quiero expresar mi cordial saludo al movimiento de cultura CIMA y a todos sus trabajadores, del pasado y del presente, por tener la iniciativa, iniciar y continuar ese trabajo ejemplar de auténtica experiencia espírita.
Agradecidos, extendemos un cálido abrazo a los compañeros encarnados y desencarnados, deseando que el equipo esté unido, que el movimiento se fortalezca y se renueve cada temporada, continuando como actúan hoy como un ejemplo para toda la comunidad espírita del planeta.
20 de mayo de 2020.