Milton R. Medran Moreira

Asesor de Relaciones Internacionales de CEPA

El Espiritismo no es una teología. A diferencia de ésta, que es, literalmente, "el estudio de Dios", el objeto central de la filosofía espírita es, precisamente, el "espíritu", definido en la pregunta 23 de El Libro de los Espíritus como "el principio inteligente del Universo".

Aun así, el "factor Dios" no pasó desapercibido en la estructuración doctrinaria del espiritismo. Y no podría pasar, en tanto que es justamente el tema de la primera pregunta de El Libro de los Espíritus, la obra fundamental de Allan Kardec: "¿Qué es Dios?".

Parece que esto deja claro que no es posible entrar en el estudio del espíritu, "principio inteligente del Universo", sin la presuposición de una noción acerca de su origen, de la conexión de este principio formador del Universo, con una "Inteligencia Suprema", de la cual ha emanado y es su propia expresión.

A la pregunta vestibular de Kardec, en El Libro de los Espíritus, la respuesta dada por sus interlocutores espirituales fue esta: "Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas".

Tanto en la pregunta como en la respuesta, se pone de manifiesto una clara ruptura conceptual con el Dios de la Teología Cristiana. Kardec desantropomorfiza a Dios a partir de la pregunta. En ella no se utiliza el pronombre "quién", indicativo de personalidad. Utiliza la partícula "qué", no personal, sinónimo de "qué cosa es". El concepto de un Dios personal, fundamento teológico judeocristiano, queda apartado, entonces, a partir de la pregunta de Kardec.

En esta misma dirección está la cuestión 23, indicando que "el espíritu es el principio inteligente del universo". Descarta por completo la idea de un Dios personal, creador de los cielos y la Tierra, enunciada en la Biblia judeocristiana, dando lugar a una creación continua, a un proceso permanentemente transformador, inteligente, en el que encajan las modernas teorías evolucionistas.

El Espiritismo, de esa forma, no comulga con la teología bíblica y evangélica, de carácter creacionista, para afiliarse a la visión evolucionistade lavida, sin, no obstante, apartar a Dios del proceso creador, atribuyéndole la condición de causa primera y reconociéndolo como inteligencia suprema. El espíritu es, entonces, emanación divina, principio del cual todo deriva.

Estos fundamentos de la concepción acerca de la divinidad, en el ámbito de la filosofía espírita, nos llevan a buscar, igualmente, distinguir dos corrientes de pensamiento, bien diferenciadas una de la otra, sobre la propia naturaleza divina y la acción de Dios en el Universo.

La primera, y más propia de las religiones monoteístas del mundo, es el teísmo. Para los teístas, toda la realidad es fruto de la creación divina. Dios creó todo de la nada y gobierna el mundo, mediante su voluntad soberana. La verdad, para los teístas, proviene fundamentalmente de la revelación divina, y Dios interviene sin cesar en su creación, así como en cada ser, desde la partícula más ínfima, hasta los seres más inteligentes de la cadena de la vida.

Una concepción, más fundamentada en la filosofía y mucho menos en la revelación, es el deísmo. Éste se basa en la razón, el el librepensamiento y en las experiencias personales. Para el deísmo más extremo, Dios, el gran legislador del Universo, ni siquiera interfiere en el mundo y en los seres mediante su voluntad personal. El destino de cada uno o de cada sociedad es enteramente gestionado por las leyes universales y por el libre albedrío de los seres inteligentes que pueblan el mundo.

¿Cuál es la posición del espiritismo y dónde podríamos situarlo, teniendo en cuenta las dos teorías descritas anteriormente?

Las dos preguntas de El Libro de los Espíritus arriba mencionadas parecen no dejar lugar a dudas sobre la naturaleza eminentemente deísta de la filosofía espírita. Una importante publicación francesa de la época de Allan Kardec, el "Nouveau Dictionnaire Universel", de Maurice La Châtre, publicado en 1865, al definir el teísmoy el deísmo, cita por su nombre a Allan Kardec como un propagador del deísmo.

Reproducimos, a continuación, la entrada "deísmo", presente en aquella importante publicación (original en francés, también publicada junto al presente artículo), en cuyo final Allan Kardec es citado:

"DEÍSMO, sustantivo masculino (del latín Dios, Dios). Una doctrina que admite la existencia de Dios, mas rechaza la revelación y todas sus consecuencias. Los adeptos del deísmo asocian esa creencia a la religión natural. El culto de los teofilántropos, era un deísmo. El deísmo se distingue del teísmo, siendo el primero opuesto a la religión revelada y el segundo opuesto al ateísmo. El embrión del deísmo más puro fue encontrado en Francia desde el siglo XVII, especialmente en Bayle, pero es principalmente en Inglaterra, en los escritos de Bolingbroke, Collins, Trindall, Toland, Shaftesbury, Woolston y Priestley, que se manifestó abiertamente, siendo profesado por todos aquellos que se autodenominaban librepensadores. Voltaire, J. J. Rousseau y sus numerosos discípulos difundieron el deísmo en Francia en el siglo pasado ,y en los días actuales, Allan Kardec, el líder de la Doctrina Espírita, continúa la obra de estos grandes filósofos ". (énfasis nuestro).

Como se evidencia, la filosofía espírita fue recibida en Francia como una propuesta eminentemente deísta, en oposición al teísmo fuertemente presente en la teología cristiana.

Aun así, no se puede negar la existencia de conceptos, presentes en las obras de Kardec, que guardan fuertes influencias teístas, heredadas notablemente del catolicismo. Expresiones como "Dios castiga", "Dios recompensa", "Dios ayuda", "Dios interviene" y otras, pueden ser interpretadas como intervenciones, control y juicio de un Dios personal sobre la vida de las personas.

Entretando, en la medida en que el espiritismo adopta la "ley natural" como "la única verdadera para la felicidad del hombre", indicándole "lo que debe hacer o no hacer" para la conquista de la felicidad (pregunta 614 de El Libro de los Espíritus), confiere al ser humano esa autonomía que prescinde de intervenciones de un Dios personal, propias del teísmo.

La concepción, central en la filosofía espírita, de que existe esta normatividad natural presente en toda la dimensión universal, como expresión de una "Inteligencia suprema", que fue su "causa primera", sin que, para eso, sean necesarias "revelaciones sobrenaturales", amonestaciones, castigos y recompensas, confiere al espiritismo una naturaleza predominantemente deísta y no teísta.

De todos modos, y como reflexión final, el "factor Dios", en el ámbito de la filosofía espírita, debe ser visto como una invitación permanente a una mejor comprensión, en la misma medida en que avanzamos en niveles más amplios de conocimiento del Universo, del cual no tenemos nociones definitivas.

Dios es el Absoluto. El ser humano, en la etapa evolutiva en la que se encuentra, transita en medio de relativismos que nos distancian mucho de la capacidad de definir, comprender y sentir a Dios. Las religiones crearon un dios a su propia imagen, personalizado, antropomorfizado. El espiritismo, adoptando una postura marcadamente deísta y no teísta, transita en la búsqueda de concepciones más amplias acerca de esa "Inteligencia Suprema".

Alexandre Cardia Machado

Miembro del Consejo Fiscal de CEPA. Presidente del ICKS – Instituto Cultural Kardecista de Santos.

Al final de la década de los 70 del siglo pasado comenzó a surgir en el Movimiento Espírita, con cierta fuerza, un soplo de cambios. Algo que nos acercó a un Espiritismo más global, desvinculado de la FEB (Federación Espírita Brasileña). En la década siguiente este soplo se convirtió en un vendaval.

Muchos centros espíritas brasileños se acercaron a CEPA. Eran tiempos de apertura política en Brasil y también de la caída de la Unión Soviética, aires de libertad aquí en Brasil y en el mundo.

Después de dos décadas en las que varios escritores escribieran sobre el enfoque central de que el Espiritismo fuera o no una religión, está claro que las diferencias entre los puntos de vista divergentes entre el grupo religioso y el laico pesaban mucho más que los puntos en común, causando inevitablemente la ruptura entre las partes.

En Brasil, la gran mayoría de los espíritas se identifica con el Espiritismo Religioso, siguiendo las orientaciones de la FEB y otros líderes cristianos, porque para un país mayoritariamente cristiano este cambio al Espiritismo cristiano se procesa de una forma muy sutil. El Espiritismo religioso lleva al extremo la importancia de Jesús, considerado el Gobernador del Planeta Tierra. Este grupo está bien acomodado en esta posición.

Pero Kardec estableció, hace 166 años, que el Espiritismo era progresista, todos están de acuerdo, sean religiosos o no, pero pocos aplican esta idea en la práctica.

Nuestro grupo, laico, eso sí, salió con este fin por todo Brasil. Surgen grupos que estudian críticamente el Espiritismo, comparando, todo el tiempo, nuestra doctrina con el progreso del conocimiento, tal como lo propuso Allan Kardec.

Este grupo laico, al que llamaré aquí de Espíritas Progresistas, está formado no sólo por progresistas, sino por gente con diferentes orientaciones ideológicas. Lo constituyen personas que ven la necesidad de actualizar el pensamiento espírita, para que el Espiritismo pueda contribuir a la sociedad del siglo XXI, pudiendo sobrevivir al mismo, llegando al siglo XXII, sin asfixia.

No queremos un movimiento religioso, sino un movimiento capaz de comunicar una visión trascendente, conectada con la sociedad, a la humanidad, capaz de hacer pensar a la gente sobre la posibilidad de la inmortalidad dinámica.

Todos somos espíritus encarnados y en evolución, debemos beber y comer del árbol del conocimiento.

En 1987, en el primer año del Periódico Abertura, de Santos-SP, Brasil, en su edición de julio, Jaci Regis pregunta, en un artículo en la portada del periódico: ¿Es progresista el Espiritismo?

Jaci, ahí se expresa de ese modo: "Todo el mundo quiere cambiar. Juran que aceptan que la Doctrina no se puede cristalizar. Es interesante, por lo tanto, saber cómo el movimiento espírita brasileño reacciona y realiza el sueño y la necesidad del progreso del pensamiento espírita". Está claro que no hay ninguna forma organizada de actualización en el Espiritismo Religioso.

Jaci Regis hizo su parte, nos dejó sus libros, dio innumerables conferencias, fundó un periódico, creó el Simposio Brasileño del Pensamiento Espírita, abrió un camino. No fue el único, porque como él, muchos otros, en Brasil y en todo el mundo, siguen caminos similares. Hoy somos nosotros, nuestra generación, quienes llevamos adelante este proyecto.

Nuestro Momento

La revolución de las comunicaciones, a través de Internet, y con más fuerza, en los últimos diez años, nos hizo tener peso, una presencia sentida e incómoda para los Espíritas Religiosos que, en cierto modo, comienzan a reaccionar, atacándonos de nuevo.

En este momento estamos mucho más presentes a través de los canales de YouTube, páginas web, blogs, eventos en todo Brasil y en todo el mundo, y conferencias online. Esto nos acerca al espírita que no está muy vinculado a un Centro Espírita.

Varias iniciativas para tener disponibles libros con nuestras ideas de forma gratuita también aumentan nuestra penetración, ya que estas personas tienen acceso gratuito a libros que de otro modo estarían en el índice prohibido por la FEB.

No es fácil, vivimos un momento de indignación, todo el mundo está indignado por algo, nuestra sociedad sufre un proceso de indignación selectiva. Sólo aceptamos lo que nos refleja. Por lo tanto, los Espíritas Religiosos se indignan con lo que hacemos y, en cierto modo, viceversa. No creamos puentes, el hecho de que tengamos espacio para exponer nuestras ideas, de alguna manera tienden a convertirlas en ideas radicales. No creo que salirse demasiado del camino del medio sea una estrategia espírita ética deseable.

Por esta razón, la disponibilidad de estas obras gratuitas puede funcionar como una vía para que nuevas ideas penetren en otros espacios. El tiempo lo dirá…

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José Arroyo

Vicepresidente Regional de CEPA para Centroamérica y el Caribe

La Palabra de CEPA

Para muchos de nosotros sonará familiar la frase “recoge tu cuarto”. Sea porque la recordamos de nuestra niñez y adolescencia o porque la hemos utilizado en los años de niñez y adolescencia de otros. Parte de la premisa de que hay desorden en la habitación, se crea la expectativa de que haya orden y se le impone a la persona encargada de ese espacio que comprenda lo que se espera. Posiblemente has ido a ver el fruto de haber “recogido el cuarto” y encontrar cosas amontonadas en otro lugar, apiñadas en una esquina o simplemente desplazadas con igual desarreglo de un lugar de la habitación a otra.

Esta cotidiana escena para muchos nos puede servir de gran enseñanza sobre la vida propia y la vida en sociedad, así como el por qué, a veces, repetir “amar al prójimo como a sí mismo” no es suficiente para algunos.

La persona que generó el desorden se siente dueña de ese espacio. Lo arregla y desarregla a su gusto. Podría ser que lo que otros ven como desorden sea una manera distinta de dejar accesibles sus pertenencias. Lo que es orden para unos es visto como desorden por otros. La expectativa del otro, de que se sobrentienda lo que implica el orden esperado, es fuente de frustración y exasperación para algunos adultos. Lo que yo esperaba no se encontró con el resultado obtenido. Pero desde la otra perspectiva, desde la de quien recibió la orden de recoger, lo que parecía práctico y al alcance, fue efectivamente reubicado para que no estorbara. Se cumplió con lo mejor que comprendió. Si analizamos esta escena desde la distancia y objetivamente, procurando explorar ambas perspectivas, ambos estaban en lo correcto y no había intención dañina, malevolencia o deseos de incomodar en ninguna de las dos acciones, la de exigir orden y la de ordenar de alguna manera.

Si la comunicación fuese efectiva y asertiva, todo quedaría claro y se evitarían los malentendidos o interpretaciones parciales.

Muchos individuos pasan la vida pensando que decir y repetir palabras o frases nobles se traducen de igual manera para todos y son interpretadas de manera universal. No es así.

El contexto, la intención y la clara indicación de lo que se espera y significa pueden ayudar a comunicar mensajes que sí sean claramente comprendidos.

Pensar que toda persona que abraza una creencia, una fe o una espiritualidad de forma particular entiende todo de manera clara, crea una falsa expectativa. Lo vemos a diario.

Todos los individuos que se mueven en un contexto cultural de influencia judeocristiana están familiarizados con la frase “amar al prójimo como a sí mismo”; pero esta se presta a múltiples interpretaciones por sí sola.

Un grupo de individuos piensan que la mujer no debe ocupar el mismo sitial que el hombre en su congregación. Esta no puede predicar dentro del salón de culto, pero sí fuera de él. Aceptan que el hombre es la cabeza de la familia y la mujer debe obediencia. No solo lo ven así los hombres de esa fe, sino que las mujeres de dicho culto así lo aceptan. En fin, ellos están “amando al prójimo como a sí mismos”, porque no están agrediendo, amedrentando o menospreciando a la mujer según su perspectiva, sino que le están dando un sitial distinto y protegiéndola para que sea dedicada en otras tareas. Estas personas, están cumpliendo con el amar al prójimo como a sí mismos, de manera literal desde su visión pero no de manera equitativa y amplia.

En otro ejemplo, los seguidores de cierta secta entienden que el mundo entero debía ser convertido a sus ideas. Crearon misiones mundiales y salieron a convencer a todos. Envían a sus jóvenes a países lejos de su hogar para que ayuden a las personas que puedan, acompañen a los ancianos solitarios en sus hogares y estudien junto a ellos sus libros sagrados, con el fin ulterior de convencerles de que su camino es el correcto.

No obstante, los individuos que tuviesen un color de piel que no fuese claro, blanquecino o puro, eran los herederos de una maldición divina y no podrían aspirar a posiciones, lugares o voz y voto en la administración de dicha iglesia. Claro está, todo esto cambió cuando súbitamente sus filas de seguidores eran mayoritariamente de tez oscura y una “revelación divina” les indicó que se debía reinterpretar el texto sagrado y su doctrina. Todas estas personas estaban amando al prójimo, pero actuaban con prejuicio, segregación y discrimen.

Así como estos dos ejemplos de la vida real, podríamos citar muchísimos de los que conocemos en el amplio y escabroso campo de la fe y la creencia. Amar al prójimo como a sí mismo no es un comando acompañado de instrucciones claras, porque está sujeto a la interpretación, la justificación y la conveniencia de quienes lideran y quienes ciegamente siguen. Si cuando hablamos de amar al prójimo no incluimos conceptos como equidad, igualdad, inclusión, respeto, desinterés, justicia, educación, libertad, pluralismo, alteridad, oportunidad, homoafectividad, desarrollo y responsabilidad, no estamos hablando el mismo idioma.

En una realidad en la que las palabras predominan sobre el pensamiento que las genera; en una encarnación donde las palabras pueden ser hábilmente manejadas para llevar un significado distinto; en una etapa transitoria en la que las palabras pueden ser acomodadas a nuestra conveniencia, es innegable la necesidad de explicar, ampliar, abundar y ser concisos en lo que se pretende comunicar. “…Las creencias reprobables son aquellas que arrastran al mal”, se nos indica en la pregunta 838 de El Libro de los Espíritus. Si llevar a las personas a perpetuar actitudes machistas, excluyentes, racistas, clasistas, xenofóbicas, homofóbicas y discriminatorias no es arrastrarlas al mal, entonces no hemos comprendido nada de lo que es el mensaje espiritista.

Por eso, amar al prójimo como a sí mismo será suficiente, solo cuando tengamos en perspectiva todo lo que ello implica para bien absoluto de otros, así como para el propio.

Jon Aizpúrua

Ex-presidente de CEPA (1993/2000) y actual Asesor de Relaciones Internacionales

Treinta y tres preguntas dirigidas a la conciencia de los espíritas:

¿Cuántos espíritas son fieles a unas ideas en lugar de ser dócilmente leales a unas siglas?

¿Cuántos espíritas admiran a alguien que no piense como ellos?

¿Cuántos espíritas se permiten tener dudas sobre algunas de sus creencias, sustentadas en las enseñanzas de autores encarnados o desencarnados?

¿Cuántos espíritas se atreven a cuestionar ideas expuestas por sus autores fundamentales?

¿Cuántos espíritas asumen que en el Espiritismo, no se trata de creer sino de saber?

¿Cuántos espíritas sucumben a la adoración reverente de los médiums y de los espíritus?

¿Cuántos espíritas examinan con sentido crítico las comunicaciones mediúmnicas?

¿Cuántos espíritas adoptan en su vida la práctica cotidiana de la lectura y el estudio de textos espíritas y de otras orientaciones filosóficas?

¿Cuántos espíritas pueden superar las interpretaciones literales?

¿Cuántos espíritas están dispuestos a cambiar algunas de sus opiniones?

¿Cuántos espíritas leen o escuchan a otros espíritas que piensan diferente?

¿Cuántos espíritas anteponen los ideales a la ambición por los cargos en las instituciones espíritas?

¿Cuántos espíritas se exigen más a sí mismos que a los demás?

¿Cuántos espíritas atienden a un debate sin haber decidido previamente quién es su favorito?

¿Cuántos espíritas están dispuestos a aprender de quienes expresan ideas divergentes de las suyas?

¿Cuántos espíritas comprenden que el amor, entendido y practicado, es el fundamento de la vida y de la evolución?

¿Cuántos espíritas se han permitido amar a alguien con una ideología diferente?

¿Cuántos espíritas consideran que no son necesariamente mejores que su vecino?

¿Cuántos espíritas saben perdonar?

¿Cuántos espíritas se preocupan por las cuestiones sociales y entienden la necesidad de analizarlas y de pronunciarse sobre ellas?

¿Cuántos espíritas toman conciencia de las injusticias sociales, el hambre y la miseria, que padecen millones de seres humanos y no intentan justificarlas como “deudas” o “expiaciones” de vidas anteriores?

¿Cuántos espíritas ofrecen el concurso de su participación activa para corregir los males que afectan a la humanidad y retrasan su proceso evolutivo?

¿Cuántos espíritas están completamente al margen de teorías o prácticas discriminatorias, homofóbicas, racistas o xenofóbicas?

¿Cuántos espíritas denuncian el horror y el sufrimiento provocado por regímenes teocráticos, fundamentalistas y fanáticos?

¿Cuántos espíritas creen realmente en la igualdad entre todos los seres humanos?

¿Cuántos espíritas asumen la vigencia de la libertad individual, social y política, como requisito indispensable para el progreso material y espiritual?

¿Cuántos espíritas respaldan la libertad y la democracia para todas las naciones, sustentadas en el pluralismo político, separación de poderes, libertad de expresión y de reunión, y elecciones limpias para escoger a los gobernantes?

¿Cuántos espíritas denuncian a los regímenes tiránicos o autoritarios, con independencia del signo ideológico o político que los identifica?

¿Cuántos espíritas están dispuestos a censurar la corrupción, en el ámbito público o privado, sin matices, atenuantes ni excepción?

¿Cuántos espíritas están dispuestos a defender el imperio de las leyes en el marco del estado de derecho, aun cuando puedan verse afectados sus intereses particulares?

¿Cuántos espíritas promueven la paz en el mundo, sobre la base de la coexistencia respetuosa entre las naciones y rechazan las guerras y el uso de la fuerza de las armas para conquistar territorios?

¿Cuántos espíritas comprenden que no hay un “más allá” feliz para los desencarnados si no se construye un “más acá” justo, equilibrado, armónico y fraterno?

¿A cuántos espíritas, en fin, les importa el espiritismo?

La CEPA, como entidad kardecista, laica, librepensadora, humanista, pluralista, progresiva y progresista, constituye un espacio abierto en el que se sientan cómodos todos los espíritas que se estremezcan y reflexionen ante preguntas como estas y decidan, como sugería Kardec, atreverse a pensar, a privilegiar la razón y anteponer los valores éticos como guías de sus convicciones. Esto es indispensable para la consolidación de un movimiento espírita que pueda mirar sin complejos al siglo XXI y afrontar con éxito sus enormes desafíos.

Dante López

Ex-presidente de la CEPA (2008/2016)

Semejanzas y Diferencias

Hace un tiempo Yolanda Clavijo, Presidente del CIMA Venezuela, me sugirió tratar un tema específico en el ciclo que organizan con mucha dedicación hace ya varios años vía Zoom: “Constelaciones Familiares”.

Como conozco el tema pero no soy especialista, convoqué a una amiga, la Licenciada en Psicología Alejandrina Cianflone, para presentarnos en ese espacio con una especie de conversación informal y contrastar: “Semejanzas y diferencias entre la Sesión Mediúmnica y las Constelaciones Familiares”.

Alejandrina, que lleva muchos años como Terapeuta Guestáltica y como Consteladora, nos ayudó a entender cuáles son los fundamentos de esta Herramienta Terapéutica, que tuvo su origen en un Psicoterapeuta alemán, Bert Hellinger.

En su libro “Los Ordenes del Amor”, Hellinger explica su teoría, basada en la existencia de una memoria familiar colectiva, en el que postula que las relaciones familiares interpersonales se basan en el amor como base y aspiración del ser humano, pero también dice que “Sin Orden no hay amor”.

Como todas las teorías, tiene sus seguidores y sus detractores, así que nos pusimos a tratar de deshilvanar el hilo que teje la madeja de las relaciones familiares a la luz de esta Teoría Filosófica, como le gusta llamarla a su Fundador.

La comparación con la Sesión Mediúmnica se hace necesaria porque en primera medida somos espíritas laicos, progresistas y librepensadores, por lo tanto estamos en una búsqueda constante de actualización de métodos y aportes que puedan ayudar a entender el sentido de la vida y las infinitas variables que llevan a la espiritualidad.

Las “Constelaciones” son espiritualistas en esencia, ya que, como dijimos, postulan la existencia de un “alma” o “consciencia familiar” que incide en la existencia de uno o varios miembros de cada grupo familiar, generación tras generación.

La Doctrina Espírita postula a su vez que los espíritus encarnan en grupos, y que, existencia tras existencia, van creando lazos de amor y también conflictos sin resolver, que van tejiendo una urdimbre de relaciones espirituales intergeneracionales, y pueden alcanzar varias generaciones.

Por lo tanto, la raíz es similar, o sea, estamos hablando en ambos casos que hay una inteligencia espiritual que antecede y sobrevive al cuerpo físico, y se manifiesta de diferentes maneras y por diferentes métodos.

En una Sesión mediúmnica, un espíritu familiar puede hacernos saber de sus angustias no resueltas, o bien un espíritu encarnado manifestar la necesidad de cumplir con algún mandato que no comprende.

En ambos casos supuestos, tanto una Sesión mediúmnica como una Constelación, realizada por personas idóneas y en un ambiente cuidado, puede acercar información pertinente que colabore con la resolución de conflictos intergeneracionales.

No es mi intención desarrollar aquí toda la teoría, sino generar inquietud al lector para que investigue el tema y lo vea como otro camino alternativo en la búsqueda de la espiritualidad.

Para los que les interese conocer más pueden acceder a https://youtu.be/7SutjHkOMus

En esta primera parte del Siglo XXI, los espíritas nos sentimos de parabienes, ya no nos señalan como unos lunáticos en busca de utopías trascendentes, cualquier persona que se precie de bien informada y un cierto nivel de cultura maneja hoy conceptos como Reencarnación o Vidas Sucesivas con total naturalidad.

La Biología, la Física, la Psicología Transpersonal y muchas otras disciplinas vienen corroborando los postulados espíritas a una velocidad increíble.

Nos falta a los espíritas trabajar en forma consistente en la consecución de Métodos seguros y confiables para que la Sesión Mediúmnica Kardeciana, un verdadero hallazgo de Kardec, donde logró darle control y contención a la Mediumnidad, siga siendo la Herramienta Espírita por excelencia.

Milton Medran Moreira

Asesor de Relaciones Internacionales de CEPA

El equilibrio entre las leyes de conservación y progreso

Milton R. Medran Moreira

Asesor de Relaciones Internacionales de CEPA

No hay cambio sin crisis.

El hombre y las instituciones, aunque tienden al progreso, tardan en superar las etapas a las que han llegado.

De la misma manera que existe una ley de progreso, perdura una de conservación. Ambas desempeñan papeles de importancia. Si aquella impulsa al hombre hacia adelante, ésta consolida sus conquistas. Si aquella escribe la fascinante aventura del hombre sobre la Tierra, ésta fortalece los valores atesorados. Si aquella asume riesgos, ésta recomienda prudencia.

Pero es inevitable, en la historia de cada individuo y de cada una de sus instituciones, el momento del choque de las dos tendencias.

Inevitable es también la crisis derivada del choque Sin ella los cambios no se operan.

Un movimiento de ideas de las dimensiones del espiritismo no es inmune al entrechoque de los pensamientos, ni a la crisis, ni tampoco a los cambios.

Es cierto que en la base del pensamiento espírita existen sólidos principios que guían e identifican su filosofía. Pero los principios, aunque básicos, no pueden dar lugar al estancamiento del proceso de expansión de la propia comprensión y aplicabilidad de aquellos postulados.

Inmortalidad del espíritu, comunicabilidad, evolución a través de vidas sucesivas, son principios generales, de carácter permanente, grabados en nuestras conciencias y a los cuales llegamos por la vía de la racionalidad. Su comprensión, sin embargo, y su aplicación a la vida pueden servir tanto para la cristalización de ideas y procedimientos, como para el progreso y la actualización constantes.

En tiempos pasados, estos mismos principios se constituían en conceptos privilegiadamente compartidos por unos pocos iniciados que los guardaban bajo siete llaves. Su vulgarización es obra de religiones que, arbitrariamente, se apropiaron de ellos, rodeándolos por el misterio de la sacralidad y lo sobrenatural.

La propuesta espírita es insertar a Dios, la inmortalidad y la idea de la vida futura en un mismo concepto de naturalidad y vida. Sólo así estos principios se dinamizan y operan el efecto objetivado por el espiritismo: la mejora del hombre y del mundo.

A pesar de la claridad de esta propuesta, el movimiento que institucionalizó el espiritismo lo hizo fascinado por una visión religiosa de sus principios.

Visto religiosamente, el espiritismo se disocia de la vida, que no es religiosa, sino natural.

Visto como ley natural, él ilumina la vida en todas sus manifestaciones, haciéndose dinámico como ella misma.

Es claro que esa visión natural de dogmas aprisionados durante siglos por las religiones como bienes de su exclusiva propiedad y administración, genera crisis. La crisis del cambio. Incluso porque también se ha dogmatizado la idea de que el bien y la virtud son valores religiosos, cuando, en verdad, son conquistas que surgen de la propia comprensión de la vida, en su dinamismo e integralidad.

Al cristalizar la visión religiosa del espiritismo, el movimiento dio lugar al desequilibrio entre la ley de conservación y la del progreso.

La reacción que a esto hicieran, a lo largo del camino del espiritismo, algunos de sus segmentos, entre los cuales, y vigorosamente, CEPA, siempre dio lugar a crisis. Como regla general, estas crisis han producido y continúan produciendo cambios.

Vivimos, en el movimiento espírita contemporáneo, un típico momento de cambios. CEPA – Asociación Espírita Internacional, que está inserta en este proceso dialéctico, se siente inmensamente gratificada por presenciar y experimentar este momento. Indica el logro de una síntesis o, utilizando terminología kardeciana, apunta hacia la conciliación entre la ley de conservación y la ley de progreso.

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