José Arroyo
Culturalmente todos sabemos que un 25 de diciembre se celebra, de acuerdo a las iglesias cristianas, el nacimiento de Jesús. Aunque este hecho ya ha sido reconocido, de manera poco destacada, como una conmemoración de fecha inexacta, la cristiandad la sigue celebrando.
La intención de esta fecha era opacar o sustituir las celebraciones de otras deidades reconocidas por otras culturas y religiones. Así como este, durante estos días festivos, se perpetúan en ese mar de cuentos y fantasías el nacimiento virginal, tomado por la cristiandad de otras creencias y culturas sin que fuese un hecho; la llegada de los sabios de oriente a Belén, cuando ya teólogos y estudiosos saben que el nacimiento no fue en Belén y que la llegada de esos 3 astrólogos-gurúes también es tomado de otras fuentes, como el budismo; la adjudicación de la divinidad a Jesús, que siendo Dios se engendró a sí mismo según esa creencia; y múltiples mezclas entre fantasías e incongruencias.
Pero la realidad, para algunos, es menos alegre, relevante e importante que lo mágico y lo sobrenatural que apela a las añoranzas y a lo incierto del porvenir. Conociendo todo esto, ¿cómo un espírita celebra o encara esta época? Primero que todo, recordando que es Espírita. El llamado al reconocimiento del otro, a la convivencia fraterna, a comprender los estadios evolutivos diferenciados entre los individuos, a la solidaridad y a la armonía social, no son conceptos para una que otra ocasión, deben serlo consistentemente.
Todos nosotros vivimos entre familia y amigos que no son espíritas y que se suscriben a muchas de las costumbres y creencias cristalizadas a través del tiempo destacadas en esta época navideña.
Para el Espírita, tener presente que los demás asocian esta época con alegría y compartir le puede proveer una oportunidad que no debe desaprovechar. Aprovechemos, como espíritas, el que podamos disfrutar de algunos días de reencuentros, aunque por ahora para muchos deban ser virtuales. Celebremos en familia la añoranza de continuar creciendo y compartiendo amor. Reconozcamos la importancia del círculo que nos rodea para el progreso y la evolución personal y colectiva.
Consideremos o repensemos nuestras actitudes y conciencia frente al consumo, a la compra desmedida, al exceso, al alcohol endiosado, al ruido innecesario y a muchas otras actitudes y acciones que contemplamos en el comportamiento de rebaño en el que la mayoría cae. Valoremos a quienes nos rodean; agradezcamos las oportunidades; irradiemos por quienes se perciben en la soledad, en el abandono y en la tristeza.
No todo es alegría, felicidad y celebración para todo el mundo, porque muchos no han trabajado con las raíces de su infelicidad y en esta época se recrudece su dolor. Siempre mantengamos presente la empatía, la compasión, la caridad y el amor. Pensamos que eso es lo que podría representar una Navidad, para un Espírita.
JOSÉ ARROYO