Dante López
Ex-presidente de la CEPA (2008/2016)
Mucho se habla de Solidaridad en estos días en que tenemos acceso irrestricto a la información y que nos permite asistir casi instantáneamente a las noticias que suceden en cualquier
lugar del mundo.
Pero es tanto el bombardeo de información que nos genera una especie de ansiedad por no saber cómo actuar o por la angustia de saber que poco podemos hacer con tantas situaciones adversas.
Una violación, un asesinato en ocasión de robo, un accidente en que muere un niño o inclusive una familia entera. Un país que se sume en el caos por el autoritarismo de un grupo, otro que amenaza con irrumpir atacando a otro con misiles nucleares, miles de migrantes que están a la deriva cuando no mueren masivamente en un naufragio… y un largo etcétera.
¿Cómo podemos ser solidarios en semejante panorama? ¿Qué significa ser solidario?
La palabra solidaridad viene del latín “solidus” que significa sólido, entero. Derivó en “soliditas” que hacía referencia a una realidad homogénea, entera y unida donde los componentes de ese todo eran de “igual naturaleza”.
Su raíz etimológica hace referencia a un comportamiento in-solidum, es decir, que enlaza los destinos de dos o más personas. Por lo tanto, ser una persona solidaria no se limita al ofrecimiento de ayuda, sino que implica un compromiso con aquel al que se intenta ayudar.
Para ser solidario entonces, es necesario comprometerse con la causa a la que vamos a dedicarnos.
Podríamos pensar entonces en varios niveles de solidaridad, pero veamos por lo menos dos: la que tenemos a nuestro alcance con la acción y la que sólo podemos comprometernos con el pensamiento y el sentimiento.
El solo hecho de tener una actitud receptiva frente a las necesidades que nos acercan o nos presentan ya es un paso en el sentido correcto, la intención de dar crea una energía positiva y acerca a las personas.
Estar a la defensiva, para que el dolor - “no nos haga mal”- nos cierra al contacto y a la acción.
Seguramente tenemos a nuestro alcance muchas oportunidades de ser solidarios con la familia o amigos, o alguna persona o Institución que conocemos y donde podemos actuar y ver el resultado de nuestra acción.
También podemos colaborar con ONGs como Médicos Sin Fronteras, o Unicef, que ayudan a paliar las situaciones terribles que pasan los niños y las familias en África y en otros lugares. Una donación con nuestra tarjeta de crédito puede hacer una gran diferencia y estaremos colaborando efectivamente para atenuar el sufrimiento de alguien de “igual naturaleza”.
Podemos sentirnos uno con nuestros hermanos venezolanos, que están sufriendo la peor crisis de su historia y con nuestro pensamiento y sentimiento pedir por ellos para que se resuelva la situación. Y podemos solidarizarnos con los que son nuestros amigos y llamarlos ofreciéndole apoyo afectivo y/o económico.
Las tremendas crisis de corrupción que vienen sucediéndose en Latinoamérica nos invitan a no quedarnos callados y actuar “solidariamente” elevando nuestra voz para que se tome consciencia de que si nos mantenemos indiferentes nada cambiará y seguiremos sufriendo ese tremendo flagelo de la inmoralidad de los políticos que aprovechan la inacción para seguir delinquiendo.
Como Espíritas sabemos que cada uno de nuestros actos impactan en el concierto universal, por lo tanto cada pequeño acto que hagamos tendrá su influencia para mejorar la situación de alguien que sufre.
La invitación de este pequeño artículo es para promover la acción participativa frente a los problemas que están sucediendo en nuestro planeta. Cada uno de nosotros puede hacer la diferencia con su pensamiento, con su sentimiento, pero sobre todo con su participación.
Podemos estar felices disfrutando la familia y agradecidos cuando estamos lejos de las situaciones adversas, pero nos sentiremos en paz cuando logremos sentirnos sólidamente unidos a los que sufren, no para sufrir con ellos, sino haciendo un aporte efectivo para que reciban un bálsamo.
“La solidaridad es un gesto que vuelve”, estemos alertas, la necesidad que hay es mucha.