Milton R. Medran Moreira
Asesor de Relaciones Internacionales de CEPA
El Espiritismo no es una teología. A diferencia de ésta, que es, literalmente, "el estudio de Dios", el objeto central de la filosofía espírita es, precisamente, el "espíritu", definido en la pregunta 23 de El Libro de los Espíritus como "el principio inteligente del Universo".
Aun así, el "factor Dios" no pasó desapercibido en la estructuración doctrinaria del espiritismo. Y no podría pasar, en tanto que es justamente el tema de la primera pregunta de El Libro de los Espíritus, la obra fundamental de Allan Kardec: "¿Qué es Dios?".
Parece que esto deja claro que no es posible entrar en el estudio del espíritu, "principio inteligente del Universo", sin la presuposición de una noción acerca de su origen, de la conexión de este principio formador del Universo, con una "Inteligencia Suprema", de la cual ha emanado y es su propia expresión.
A la pregunta vestibular de Kardec, en El Libro de los Espíritus, la respuesta dada por sus interlocutores espirituales fue esta: "Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas".
Tanto en la pregunta como en la respuesta, se pone de manifiesto una clara ruptura conceptual con el Dios de la Teología Cristiana. Kardec desantropomorfiza a Dios a partir de la pregunta. En ella no se utiliza el pronombre "quién", indicativo de personalidad. Utiliza la partícula "qué", no personal, sinónimo de "qué cosa es". El concepto de un Dios personal, fundamento teológico judeocristiano, queda apartado, entonces, a partir de la pregunta de Kardec.
En esta misma dirección está la cuestión 23, indicando que "el espíritu es el principio inteligente del universo". Descarta por completo la idea de un Dios personal, creador de los cielos y la Tierra, enunciada en la Biblia judeocristiana, dando lugar a una creación continua, a un proceso permanentemente transformador, inteligente, en el que encajan las modernas teorías evolucionistas.
El Espiritismo, de esa forma, no comulga con la teología bíblica y evangélica, de carácter creacionista, para afiliarse a la visión evolucionistade lavida, sin, no obstante, apartar a Dios del proceso creador, atribuyéndole la condición de causa primera y reconociéndolo como inteligencia suprema. El espíritu es, entonces, emanación divina, principio del cual todo deriva.
Estos fundamentos de la concepción acerca de la divinidad, en el ámbito de la filosofía espírita, nos llevan a buscar, igualmente, distinguir dos corrientes de pensamiento, bien diferenciadas una de la otra, sobre la propia naturaleza divina y la acción de Dios en el Universo.
La primera, y más propia de las religiones monoteístas del mundo, es el teísmo. Para los teístas, toda la realidad es fruto de la creación divina. Dios creó todo de la nada y gobierna el mundo, mediante su voluntad soberana. La verdad, para los teístas, proviene fundamentalmente de la revelación divina, y Dios interviene sin cesar en su creación, así como en cada ser, desde la partícula más ínfima, hasta los seres más inteligentes de la cadena de la vida.
Una concepción, más fundamentada en la filosofía y mucho menos en la revelación, es el deísmo. Éste se basa en la razón, el el librepensamiento y en las experiencias personales. Para el deísmo más extremo, Dios, el gran legislador del Universo, ni siquiera interfiere en el mundo y en los seres mediante su voluntad personal. El destino de cada uno o de cada sociedad es enteramente gestionado por las leyes universales y por el libre albedrío de los seres inteligentes que pueblan el mundo.
¿Cuál es la posición del espiritismo y dónde podríamos situarlo, teniendo en cuenta las dos teorías descritas anteriormente?
Las dos preguntas de El Libro de los Espíritus arriba mencionadas parecen no dejar lugar a dudas sobre la naturaleza eminentemente deísta de la filosofía espírita. Una importante publicación francesa de la época de Allan Kardec, el "Nouveau Dictionnaire Universel", de Maurice La Châtre, publicado en 1865, al definir el teísmoy el deísmo, cita por su nombre a Allan Kardec como un propagador del deísmo.
Reproducimos, a continuación, la entrada "deísmo", presente en aquella importante publicación (original en francés, también publicada junto al presente artículo), en cuyo final Allan Kardec es citado:
"DEÍSMO, sustantivo masculino (del latín Dios, Dios). Una doctrina que admite la existencia de Dios, mas rechaza la revelación y todas sus consecuencias. Los adeptos del deísmo asocian esa creencia a la religión natural. El culto de los teofilántropos, era un deísmo. El deísmo se distingue del teísmo, siendo el primero opuesto a la religión revelada y el segundo opuesto al ateísmo. El embrión del deísmo más puro fue encontrado en Francia desde el siglo XVII, especialmente en Bayle, pero es principalmente en Inglaterra, en los escritos de Bolingbroke, Collins, Trindall, Toland, Shaftesbury, Woolston y Priestley, que se manifestó abiertamente, siendo profesado por todos aquellos que se autodenominaban librepensadores. Voltaire, J. J. Rousseau y sus numerosos discípulos difundieron el deísmo en Francia en el siglo pasado ,y en los días actuales, Allan Kardec, el líder de la Doctrina Espírita, continúa la obra de estos grandes filósofos ". (énfasis nuestro).
Como se evidencia, la filosofía espírita fue recibida en Francia como una propuesta eminentemente deísta, en oposición al teísmo fuertemente presente en la teología cristiana.
Aun así, no se puede negar la existencia de conceptos, presentes en las obras de Kardec, que guardan fuertes influencias teístas, heredadas notablemente del catolicismo. Expresiones como "Dios castiga", "Dios recompensa", "Dios ayuda", "Dios interviene" y otras, pueden ser interpretadas como intervenciones, control y juicio de un Dios personal sobre la vida de las personas.
Entretando, en la medida en que el espiritismo adopta la "ley natural" como "la única verdadera para la felicidad del hombre", indicándole "lo que debe hacer o no hacer" para la conquista de la felicidad (pregunta 614 de El Libro de los Espíritus), confiere al ser humano esa autonomía que prescinde de intervenciones de un Dios personal, propias del teísmo.
La concepción, central en la filosofía espírita, de que existe esta normatividad natural presente en toda la dimensión universal, como expresión de una "Inteligencia suprema", que fue su "causa primera", sin que, para eso, sean necesarias "revelaciones sobrenaturales", amonestaciones, castigos y recompensas, confiere al espiritismo una naturaleza predominantemente deísta y no teísta.
De todos modos, y como reflexión final, el "factor Dios", en el ámbito de la filosofía espírita, debe ser visto como una invitación permanente a una mejor comprensión, en la misma medida en que avanzamos en niveles más amplios de conocimiento del Universo, del cual no tenemos nociones definitivas.
Dios es el Absoluto. El ser humano, en la etapa evolutiva en la que se encuentra, transita en medio de relativismos que nos distancian mucho de la capacidad de definir, comprender y sentir a Dios. Las religiones crearon un dios a su propia imagen, personalizado, antropomorfizado. El espiritismo, adoptando una postura marcadamente deísta y no teísta, transita en la búsqueda de concepciones más amplias acerca de esa "Inteligencia Suprema".