Milton Medran Moreira
Asesor de Relaciones Internacionales de CEPA
El equilibrio entre las leyes de conservación y progreso
Milton R. Medran Moreira
Asesor de Relaciones Internacionales de CEPA
No hay cambio sin crisis.
El hombre y las instituciones, aunque tienden al progreso, tardan en superar las etapas a las que han llegado.
De la misma manera que existe una ley de progreso, perdura una de conservación. Ambas desempeñan papeles de importancia. Si aquella impulsa al hombre hacia adelante, ésta consolida sus conquistas. Si aquella escribe la fascinante aventura del hombre sobre la Tierra, ésta fortalece los valores atesorados. Si aquella asume riesgos, ésta recomienda prudencia.
Pero es inevitable, en la historia de cada individuo y de cada una de sus instituciones, el momento del choque de las dos tendencias.
Inevitable es también la crisis derivada del choque Sin ella los cambios no se operan.
Un movimiento de ideas de las dimensiones del espiritismo no es inmune al entrechoque de los pensamientos, ni a la crisis, ni tampoco a los cambios.
Es cierto que en la base del pensamiento espírita existen sólidos principios que guían e identifican su filosofía. Pero los principios, aunque básicos, no pueden dar lugar al estancamiento del proceso de expansión de la propia comprensión y aplicabilidad de aquellos postulados.
Inmortalidad del espíritu, comunicabilidad, evolución a través de vidas sucesivas, son principios generales, de carácter permanente, grabados en nuestras conciencias y a los cuales llegamos por la vía de la racionalidad. Su comprensión, sin embargo, y su aplicación a la vida pueden servir tanto para la cristalización de ideas y procedimientos, como para el progreso y la actualización constantes.
En tiempos pasados, estos mismos principios se constituían en conceptos privilegiadamente compartidos por unos pocos iniciados que los guardaban bajo siete llaves. Su vulgarización es obra de religiones que, arbitrariamente, se apropiaron de ellos, rodeándolos por el misterio de la sacralidad y lo sobrenatural.
La propuesta espírita es insertar a Dios, la inmortalidad y la idea de la vida futura en un mismo concepto de naturalidad y vida. Sólo así estos principios se dinamizan y operan el efecto objetivado por el espiritismo: la mejora del hombre y del mundo.
A pesar de la claridad de esta propuesta, el movimiento que institucionalizó el espiritismo lo hizo fascinado por una visión religiosa de sus principios.
Visto religiosamente, el espiritismo se disocia de la vida, que no es religiosa, sino natural.
Visto como ley natural, él ilumina la vida en todas sus manifestaciones, haciéndose dinámico como ella misma.
Es claro que esa visión natural de dogmas aprisionados durante siglos por las religiones como bienes de su exclusiva propiedad y administración, genera crisis. La crisis del cambio. Incluso porque también se ha dogmatizado la idea de que el bien y la virtud son valores religiosos, cuando, en verdad, son conquistas que surgen de la propia comprensión de la vida, en su dinamismo e integralidad.
Al cristalizar la visión religiosa del espiritismo, el movimiento dio lugar al desequilibrio entre la ley de conservación y la del progreso.
La reacción que a esto hicieran, a lo largo del camino del espiritismo, algunos de sus segmentos, entre los cuales, y vigorosamente, CEPA, siempre dio lugar a crisis. Como regla general, estas crisis han producido y continúan produciendo cambios.
Vivimos, en el movimiento espírita contemporáneo, un típico momento de cambios. CEPA – Asociación Espírita Internacional, que está inserta en este proceso dialéctico, se siente inmensamente gratificada por presenciar y experimentar este momento. Indica el logro de una síntesis o, utilizando terminología kardeciana, apunta hacia la conciliación entre la ley de conservación y la ley de progreso.