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Ademar Arthur Chioro dos Reis
Assessor Especial da Presidência da CEPA

La sensación difusa, a escala planetaria, es la de que terminamos 2018 sin conseguir entender muy bien lo que pasa con nuestro planeta. Flota en el aire un 'malestar civilizador'. El abandono de la política como vía de construcción de los pactos necesarios para una vida en sociedad más armónica, solidaria, inclusiva y productora de justicia social produce muchas incertidumbres.

Líderes populistas, ultraconservadores, autoritarios, xenófobos y misóginos, con agendas que incitan al odio y al menosprecio de los derechos fundamentales de la persona humana, se perpetúan o ascienden al mando de naciones en diversas partes del planeta, la mayoría por medio del voto y con el apoyo de amplios sectores de la sociedad, descreídos de la política y de los valores de la democracia representativa.

Los Estados perdieron la capacidad de control sobre el capital financiero que opera a escala global, volátil, voraz y especulativo, productor de mayor concentración de riquezas y crisis cada vez más frecuentes.

El escenario que se avecina para los próximos años es grave. Los expertos advierten sobre la llegada de otra crisis económica. La mayor economía del mundo (EEUU) se acerca a una nueva burbuja inmobiliaria y puede arrastrar a la mayoría de las economías dependientes. Europa, aún aturdida con Brexit, se transformó en una incógnita. En Francia la señal "amarilla" está encendida, con manifestaciones difusas y violentas en parte parecidas a las que ocurrieron en otros países en años anteriores, que tienden a extenderse ahora hacia otras naciones. La decisión de China, potencia económica global, de imponer su moneda (el renminbi) como referencia en los contratos que mantiene con otros países, en sustitución del dólar estadounidense y asegurado por sus inmensas reservas de oro, puede poner el mundo al revés. En los países del sur, la ola es el ascenso de gobiernos conservadores, ultraliberales, con derribo de políticas sociales compensatorias. Todo ello tiende a producir más pobreza, hambre, epidemias y destrucción del medio ambiente.

La ONU y las demás organizaciones multilaterales no logran cumplir su objetivo de facilitar la cooperación en términos de derecho y seguridad internacional, desarrollo económico, progreso social, derechos humanos y la paz mundial. Atónitos, vivimos días de incertidumbre en relación a nuestra capacidad de garantizar la paz entre las naciones, combatir los radicalismos de orden religioso y político, encontrar soluciones para el drama de los refugiados, enfrentar las diferentes formas de violencia y explotación humana, la concentración del capital, el tráfico de armas y drogas, etc. No es posible sostener que el desarrollo científico y tecnológico nos basta y es sinónimo de progreso para la humanidad y el planeta Tierra.

Es necesario, más que nunca, aportar una visión de hombre y de mundo que sea significativa para los tiempos en que vivimos. El espiritismo, innegablemente, tiene una importante contribución a partir de su doctrina social espírita.

En un reciente mensaje, el ex presidente de la CEPA, Jon Aizpúrua, aportó contribuciones en este sentido que expresan la "Palabra de la CEPA" sobre ese tema:

Una doctrina social espírita ha de encontrar su raíz indispensable en los fundamentos espíritas sistematizados por Kardec, y a partir de ellos, en las consecuencias que se derivan hacia la vida encarnada, de relación con los demás. Sobre esto hay que aprovechar al máximo las reflexiones de pensadores como Denis, Porteiro, Pires, Amorim o Regis.

Otro elemento referencial absolutamente indispensable tiene que ver con aquellas definiciones humanísticas, éticas, sociopolíticas, ecológicas y espiritualistas con las cuales han de identificarse, natural y espontáneamente, los auténticos kardecistas, vale decir, los que miran y comprenden esta filosofía como una contribución al entendimiento racional de Dios, el universo, la vida y el hombre, y no dentro de una perspectiva mitológica y antihistórica de ‘consolador’ o ‘tercera revelación divina’.

Apenas para citar algunos enunciados concordantes, diríamos que el espiritismo se sintoniza con el laicismo, el humanismo, el librepensamiento, el cosmopolitismo, el ecologismo, la democracia representativa, la libertad de prensa y de expresión, la pluralidad de partidos, separación de poderes, el sufragio universal y directo, la alternabilidad en el ejercicio del poder, el necesario equilibrio entre estado y mercado en el marco de una economía libre, la justicia social y la equidad como metas prioritarias, la coexistencia armónica entre la educación pública y privada, el pleno respeto a la diversidad humana en todas sus expresiones nacionales, étnicas o sexuales, así como la resolución pacífica de las diferencias o controversias entre las naciones.

Y por antagonismo el espiritismo rechaza la guerra, el racismo, la xenofobia, la miseria económica y social que afecta a una amplia franja de la humanidad en contraste con la opulencia de minorías de privilegiados, la corrupción administrativa, los regímenes dictatoriales de cualquier signo ideológico, la persecución contra los disidentes, el encarcelamiento, la tortura o el asesinato contra los detenidos; las pretensiones imperiales de las grandes potencias, la discriminación bajo cualquier pretexto; toda expresión de fanatismo, fundamentalismo o de superstición y de intolerancia religiosa, política o cultural.

En resumen, la doctrina social espírita ha de promover los valores y principios contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En nuestra visión, el espiritismo no es de izquierda o de derecha, que son categorías absolutamente superadas y anacrónicas. El espiritismo está con la búsqueda de la verdad, con la honestidad en los sentimientos, en los pensamientos, en las palabras y en las acciones. Si no partimos de premisas como estas, en espíritu y en verdad, volveríamos a los lugares comunes y a la retórica disfrazada”.

La CEPA - Asociación Espírita Internacional ha procurado siempre posicionarse sobre materias fundamentales para la sociedad y el mundo actual. En 2020, en ocasión del XXIII Congreso de la CEPA, a realizarse en Madrid-España, el primero realmente a escala mundial tras la adopción de la nueva configuración de la entidad, tendremos la oportunidad de profundizar las discusiones sobre ese tema.

El XXIII Congreso tendrá como temario central: "El espiritismo y los problemas humanos", título de un magnífico texto de Deolindo Amorim, y nos convoca desde ahora para repensar la contribución filosófica y social del espiritismo para el hombre y el mundo en pleno siglo XXI.

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