Asesor de Relaciones Internacionales de CEPA
Las doctrinas surgidas en el siglo XIX tenían características comunes. Todas ellas alimentaban una vocación globalizadora. Sus sistemastizadores creían sinceramente que su doctrina estaba predestinada a una rápida universalización. Marx pregonaba que las filosofías, hasta entonces, no habían hecho nada más que interpretar al mundo, correspondiendo al comunismo transformarlo en definitivo. Comte proyectaba un futuro estrictamente científico y llegaba a elevar la ciencia a la condición de religión de la humanidad.
Y Allan Kardec?
Espíritu lúcido, pedagogo de formación y racionalista por vocación, Kardec hizo una trayectoria rápida, partiendo de las mesas giratorias y de ellas evolucionando rápidamente a una sólida doctrina deísta, humanista y espiritualista. Tan claras les parecían las cuestiones propuestas por los espíritus, y por él sistematizadas con el nombre de espiritismo, que no le fue difícil suponer que, en muy poco tiempo, todo el mundo, al menos en Occidente, se volvería espirita, de la misma forma que para Marx todos serían comunistas y para Comte todos positivistas. Pero, lo que parece haber ocurrido es que ni Kardec, ni Marx ni Comte percibieron la existencia unos de otros, y, mutuamente, hayan subestimado la capacidad de que las otras doctrinas, que no la suya, también tenían que globalizarse.
En realidad, estas tres visiones de hombre y de mundo fueron las líneas maestras de grandes corrientes de pensamiento del fin del Siglo XIX a la actualidad. Materialismo, cientificismo y espiritualismo, con las contribuciones que, en cada una de esas vertientes, trajeron cientos de pensadores, teóricos y prácticos, presentando respetables propuestas que moldearon el comportamiento, el pensamiento y la acción del hombre de los Siglos XX y XXI.
La vocación globalizadora del espiritismo, alineada a los ideales progresistas y transformadores del Siglo XIX, se manifestó a través de su auto calificación de "Consolador prometido por Jesús". Bajo esta creencia, se revestió el movimiento espírita de un aura mesiánica, salvacionista y arrogante. Se creyó él, y en gran franja, aún se cree, el heredero directo del cristianismo decadente, capaz de restaurarlo, afirmándose como una "tercera revelación divina".
Moisés-Jesús-Espiritismo, en ese sencillo esquema estaría contenida toda la realidad del mundo. Esta predisposición hegemónica, pero fundada en una única cultura religiosa, terminó haciendo que el movimiento espírita prácticamente se olvidara de la amplitud de las propuestas de su fundador. Bien interpretado, por el conjunto de su obra, Kardec fue mucho más allá de la propuesta formulada por sus interlocutores espirituales ligados a la tradición cristiana. Conceptuó el espiritismo como una ciencia de consecuencias filosófico-morales, abierta a los avances del conocimiento y alineada con el progreso de la civilización en su natural camino hacia una ética universal.
Esta es la verdadera vocación del espiritismo, a pesar de algunas afirmaciones del tipo citado, que no representa más que las idiosincrasias y la sincera expresión de las influencias culturales y religiosas incrustadas en el alma de sus formuladores encarnados o desencarnados.
Es necesario actualizar el lenguaje. Donde se leía "consolador prometido por Jesús", se propone asimilar que el espiritismo, en sus líneas generales, descontando el entusiasmo de tantos cuantos han visto en él la creencia de todos, presenta propuestas que integran armoniosamente esa síntesis ya presente en el horizonte de los tiempos que amanecen.
En esta síntesis, al lado de consolidados principios de libertad, democracia, justicia y paz, habrá lugar para una sólida cultura del espíritu, de su inmortalidad y de su marcha progresista. Esto ha de resultar de la constatación de que las leyes de la materia son insuficientes para explicar toda la complejidad del Universo y del Ser inteligente. Aliado a ese sentimiento, el hombre medio deja de ver cualquier sentido mínimamente compatible con la razón y el sentido común, en los mitos en que reposan las creencias religiosas.
Si el conjunto de esas ideas todavía puede llamarse "espiritismo" no se sabe. Pero que son ideas profundamente consoladoras para la Humanidad hacia las que estamos caminando, de eso no parece quedar duda. Lo que, en su esencia, confirma las proyecciones de Kardec.
* Milton R. Medran Moreira es Abogado y periodista. Miembro del Centro Cultural Espírita de Porto Alegre. Ex-presidente de CEPA (2000/2008).