Jacira Jacinto da Silva
Abogada, Presidente de CEPA – Asociación Espírita Internacional
Ser un niño, es tener la libertad de vivir la infancia con calidad. Ser un niño, es tener derecho a una vivienda adecuada, a una alimentación saludable y a una buena educación. Ser un niño, es poder ser amado, protegido y feliz. Tan simple como eso.
Isa Colli.
Fue el 20 de noviembre de 1989 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) adoptó la Convención sobre los Derechos del Niño – CDN, que entró en vigor en septiembre de 1990, con el objetivo de promover la protección del niño. Ese mismo año, el 13/07/1990, Brasil sancionó el ECA - Estatuto de la infancia y de la adolescencia, una de las primeras leyes del mundo para adaptar y regular los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño, que fue ratificada por 196 países.
Uno se podría cuestionar el motivo de tantas y nuevas leyes; después de todo, ya existe la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cada país tiene su propia Constitución Federal, o su principal Estatuto legislativo, contemplando los derechos vigentes para ese pueblo en ese momento. Pero estos preceptos legales habituales, por regla general, no logran sus objetivos y la población termina eludiéndolos, de modo que aunque son importantes y aplicables, son ignorados. Por supuesto, cada país tiene sus peculiaridades e incluso hay niveles muy diferentes de tolerancia a la desobediencia.
Esto da lugar a legislaciones específicas, que tratan de un tema único, como la protección del niño, el delito de racismo, la protección del medio ambiente, los derechos de los ancianos, la protección de los datos personales, etc. En resumen, esas legislaciones especiales no serían necesarias si las personas no incumplieran los mandatos generales.
El hecho es que 196 países han ratificado la Convención sobre los Derechos del Niño, firmada por las Naciones Unidas hace 31 años.
Si bien sabemos de las limitaciones existentes en la legislación humana, sus defectos, sus sesgos, sus motivaciones -a menudo particulares e indignas-, todavía podemos decir que sin ella estaríamos en peores condiciones. Es la legislación humana la que garantiza, mínimamente, la convivencia social..
La renovación de las leyes también tiene sentido si nos fijamos en la respuesta a la pregunta 763 de El Libro de los Espíritus, que dieron los espíritus: "Sólo las leyes divinas son eternas; las humanas cambian con el progreso, y continuarán cambiando hasta que hayan sido puestas en armonía con aquellas".
En el mismo sentido es la respuesta a la pregunta 616: "Los hombres están obligados a modificar sus leyes, por ser ellas imperfectas" . Y refiriéndose a la pregunta 697, que trata de la indisolubilidad absoluta del matrimonio, los espíritus respondieron: "Se trata de una ley humana muy contraria a la ley natural. Pero los hombres pueden modificar sus leyes; sólo las de la Naturaleza son inmutables.”
Y no tendríamos que añadir nada más para convencernos de que las leyes humanas son transitorias, divergentes, impotentes para resolver los conflictos humanos, aunque apropiadas a la cultura de cada pueblo.
También vale la pena resaltar el último párrafo del texto contenido en el ítem. 521:
(…)
En los pueblos, las causas de atracción de los Espíritus son las costumbres y hábitos, el carácter dominante y las leyes, las leyes sobre todo, porque el carácter de una nación se refleja en el conjunto de sus leyes. Haciendo reinar en su seno la justicia, los hombres combaten la influencia de los malos Espíritus . (…). [Las negritas son de mi autoría] (Libro Segundo - Capítulo IX).
La tendencia mundial a proteger a los niños y adolescentes, garantizándoles una formación digna, educación, vivienda, estudio, salud, cultura, ocio y todos los cuidados necesarios para su buena formación, concuerdan perfectamente con la lección espiritista que se encuentra en El Libro de los Espíritus que trata sobre el retorno del espíritu a la vida corporal, como se puede ver a continuación:
“ La infancia tiene todavía otra utilidad. Los Espíritus sólo ingresan a la vida corporal con el objeto de perfeccionarse, de mejorar. La debilidad de los primeros años los torna flexibles, accesibles a los consejos de la experiencia y de aquellas personas que deben hacerlos progresar. Es entonces cuando resulta posible reformar su carácter y reprimir sus malas inclinaciones. Tal es el deber que Dios ha puesto en manos de sus padres, misión sagrada por la que tendrán que responder. Así pues, la infancia no sólo es útil, necesaria, indispensable, sino que además constituye la consecuencia natural de las leyes que Dios ha establecido y que rigen el Universo. 1
Sin embargo, hay quienes consideran un error el Estatuto de los Derechos de los Niños y de los Adolescentes, atribuyéndole una protección excesiva y muchos derechos sin la correspondiente lista de obligaciones.
En Brasil, para que los lectores puedan tener noción de la importancia de regular los derechos a las llamadas minorías (esta denominación sólo se destina a clasificar a las personas excluidas de la atención y de los derechos dedicados naturalmente a los demás), en 1990 tuvimos aproximadamente el 20% de los niños y adolescentes fuera de la escuela - en 2017 este porcentaje se redujo al 4,7%; en 1990 el 13,4% de ellos se hallaban en estado de desnutrición crónica – en 2017 hubo un 6,7%; las muertes por cada mil nacidos vivos cayeron de 53,7 a 15,6 en este periodo y la tasa media de analfabetismo entre niños y jóvenes de 10 a 18 años disminuyó del 12,5% en 1990 al 1,4% en 2013.
Un documento de UNICEF indica que, después de la entrada en vigor del Estatuto, comenzaron las decisiones judiciales para garantizar la donación de prótesis y ortopedia por parte del Estado, aseguraron la contratación de profesores de lenguaje de signos y auxiliares para acompañar a los niños autistas y discapacitados en las escuelas públicas y ampliaron las vacantes en las guarderías. 2
Los países en desarrollo también carecen de la garantía a los derechos básicos, elementales. Lamentablemente, la corrupción y el retraso de los gobernantes impiden aún más el acceso a los bienes públicos. En Brasil, a pesar de las demandas presentadas para enjuiciar a los administradores públicos, como el Alcalde de la ciudad de São Paulo, por ejemplo, en julio de 2020 la lista de espera para plazas en guarderías en esta metrópolis tenía 22.300 niños, según datos de la Secretaría Municipal de Enseñanza.
A los espiritistas, tanto si sintonizan o no con CEPA, les compete el deber de defender los derechos de los niños y adolescentes a una educación digna. La lección espiritista nos invita a la tarea de contribuir a la mejora de las condiciones de vida para todos y especialmente para los niños y adolescentes, porque son personas que están en condiciones especiales y peculiares de desarrollo.
Analizando el valor de una existencia en la tierra, así como el gran potencial para el aprendizaje, no se puede ignorar ninguna oportunidad de inculcar valores éticos en niños y adolescentes, porque son abiertos, receptivos, disponibles para este ejercicio.
Siempre estamos luchando con las grandes dificultades en las relaciones humanas, los problemas gubernamentales, la desigualdad social, la ausencia de protección del medio ambiente y tantos otros problemas que afectan directamente la vida de todos.
Esta Palabra de CEPA pretende invitar a los lectores a reflexionar sobre la responsabilidad de conducir una vida humana desde sus primeras manifestaciones; no descuidar el deber de educar y educarse, porque la convivencia con un espíritu que llega al hogar es siempre una gran oportunidad de crecimiento colectivo. Además, no podría haber una manera más adecuada y esperanzadora de resolver los males del mundo que forjar nuevas cabezas, comprometidas, responsables y conscientes del deber de todos, tal como se indica en la respuesta a la pregunta 132 de El Libro de los Espíritus: … de dar nuestra contribución en la obra de la Creación.
Hay gente que busca la oportunidad de ofrecer su colaboración. No podría haber un trabajo más significativo y productivo que realizar acciones, como lo hacen ya varios grupos espiritistas, y también no espiritistas, en el área de la educación. La incorporación a los movimientos sociales que luchan por la dignidad de la educación pública, libre, laica y gratuita, abrirá un campo de trabajo inagotable y extremadamente valioso.
El mundo necesita muchísimo de este trabajo calificado, que exige dedicación, esfuerzo y perseverancia en busca de la mejor educación. Especialmente los espiritistas, conocedores del valor de una buena formación para la individualidad del espíritu, tienen muchas razones para trabajar en esta causa.
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1 El Libro de los Espíritus , capítulo VII del “Libro Segundo” VI.- De la infancia. Ítem. 385, parte final.
2 QUEIROZ, Cristina y CHAVES, Léo Ramos. Revista FAPESP, núm. 296, p. 37.