Milton Rubens Medran Moreira
Ex presidente de la CEPA (2000/2008)

Busque en toda la obra de Kardec la palabra “unificación” y no la va a encontrar (por lo menos, en el sentido empleado actualmente en el medio espírita). La Revista Espírita, el laboratorio de investigación y de exposición de ideas personales de Kardec más importante, tiene en su excelente edición portuguesa un magnífico índice, organizado por sus editores Miguel Grisolia, Júlio Abreu Filho y J. Herculano Pires. El índice general de referencia de la revista, mereció la edición de un volumen único. Aporta, palabra por palabra, todas las referencias posibles e imaginables con el fin de facilitar cualquier investigación que el estudioso de la obra kardecista desee efectuar. Sin embargo, allí no se encuentra la palabra unificación.

Unificación, en la connotación popular en nuestro medio, es típica de la cultura espírita brasileña. Su claro e innegable objetivo es de naturaleza genuinamente religiosa: la preservación de una serie de supuestas verdades, procedimientos y formas de organización capaces de garantizar la hegemonía de una orden y de una autoridad supuestamente emanadas de lo “Alto” y delegadas a una institución, para ser su tutor.

Sin embargo, palabras como unión, unidad, libertad y tolerancia, se encuentran con frecuencia en la obra de Kardec. Incluso cuando ensayó una propuesta para la organización del movimiento espiritista, bajo la coordinación de un Comité Central, Kardec advirtió inmediatamente que éste no estaría “destinado a dirigir el mundo y a ser el árbitro universal de la verdad”, añadiendo que quien tuviese esa pretensión “no habría comprendido la esencia del Espiritismo, que proclama los principios del libre examen y de la libertad de consciencia, repudiando la idea de erigirse en una autocracia.” Y añade: “Pretender que el Espiritismo esté por todas partes organizado de la misma manera; que los espiritistas del mundo entero se hallen sujetos a un régimen uniforme, a una misma manera de proceder; que tengan la luz en un punto fijo hacia el cual dirijan siempre sus miradas, sería una utopía tan absurda como pretender que todos los pueblos de la Tierra formasen un día una sola nación, gobernada por un solo jefe, regida por un mismo código de leyes, adoptando las mismas costumbres”. (Constitución del Espiritismo, en Obras Póstumas, cap. VI).

Incluso rechazando la idea del modelo único o de un mando central, Kardec hizo hincapié en la necesidad de la unión entre los espiritistas de todo el mundo. La unión resultaría de la “comunión de pensamientos”, como definió en su Discurso de Apertura (Revista Espírita de diciembre de 1868). Esa comunión se operaría de forma natural y espontánea por la asimilación común de los principios doctrinales básicos, definidos y analizados en El Libro de los Espíritus, desde la aparición de la doctrina en 1857 y actualizables en los Congresos Espiritistas.

En el documento citado anteriormente, Allan Kardec previó la formación de “centros generales en los diferentes países” -lo que hoy llamaríamos: Consejos, Federaciones, Confederaciones, Uniones y Asociaciones (tal como prefirió llamarse, en su último Congreso, la CEPA, Asociación Espiritista Internacional)- pero que no habría entre sí otro lazo de unión sino el de la comunión de creencia y la solidaridad moral, sin subordinación de los unos a los otros”, añadiendo más adelante: “Los diversos centros que se dedican al verdadero Espiritismo deberán darse las manos fraternalmente, uniéndose para combatir a sus enemigos comunes: la incredulidad y el fanatismo”.

Unificación es un requisito típico de organizaciones religiosas. Es el instrumento para mantener el poder. Unión es un concepto mucho más amplio, compatible con el pluralismo, con el humanismo, donde la tolerancia y el diálogo crean y sedimentan vínculos de cooperación y fraternidad.

En nuestro medio, en la misma medida en que avanzan los proyectos de unificación, se debilitan los ideales de unión, dificultando, inclusive, el diálogo entre las diversas vertientes del pensamiento espiritista y las instituciones que lo coordinan. Una de las directrices del proyecto de unificación, consiste en pretender que no existan otros segmentos sino aquellos que ellos coordinan. Entonces, unificación pasa a ser sinónimo de división.

Unificación va de arriba hacia abajo. Unión es la construcción de lo que se hace desde la reflexión, el debate, el diálogo y el trabajo conjunto, en un ambiente de respeto y tolerancia.

Son caminos diferentes que conducen, igualmente, a diversos objetivos. Distinguir uno del otro tal vez no sea fácil, ni cómodo, pero es vital para el futuro del espiritismo.
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